La globalización y los avances tecnológicos han hecho que convirtamos nuestra presencia digital en algo inminente si aspiramos a estar, de cierto modo, actualizados y conectados con nuestro entorno personal y profesional. En el camino, quizás las cosas se nos han salido un poco de control. Ahora estamos acostumbrados a compartir información personal, datos de contacto, imágenes y hasta nuestra ubicación (por solo mencionar algunas), y nos olvidamos de que estamos abriendo la puerta de nuestra privacidad a cualquier persona que haga uso de la red.
En este sentido, el papel del derecho al olvido en internet es el de permitirle a cualquier persona natural borrar su huella digital, servicio que incluyen algunos seguros de decesos como parte de sus coberturas.
Esta facultad de solicitar que los enlaces de nuestros datos personales no aparezcan en los resultados de una búsqueda en internet funciona bajo ciertas condiciones. Un claro ejemplo: para que el enlace que muestra el buscador desaparezca es imprescindible que la búsqueda se haya realizado a partir del nombre de la persona que ha ejercido el derecho de supresión al olvido.
Esto quiere decir que las fuentes no se alterarán y, por lo tanto, el resultado se seguirá mostrando cuando la búsqueda se haga al emplear cualquier otra frase, término, o palabra distinta al nombre de la persona afectada. Esta sentencia que nos da el derecho a proteger nuestros datos y nuestra privacidad la dictaminó el Tribunal de Justicia de la Unión Europea en mayo del 2014.