El año pasado, exactamente en marzo de 2018, una mujer resultó atropellada mientras circulaba en bicicleta por las calles de Temple, Arizona: un coche a alta velocidad impactó contra ella en un accidente fatal que acabó con su vida. El coche que la atropelló resultó ser un vehículo autónomo de Uber, cuya conductora estaba mirando el móvil en el momento del accidente. Sin embargo, este no es como cualquier otro atropello: en los coches autónomos, el conductor funciona simplemente como un robot babysitter, una especie de supervisor que no tiene control sobre el volante, las marchas o el freno.
¿Quién tuvo la culpa en una situación inédita como esta? ¿La conductora? ¿La víctima que transitaba sin la iluminación apropiada? ¿El fabricante del vehículo?