A través de la educación financiera es posible enseñarles a nuestros hijos que el dinero es el resultado del trabajo y del esfuerzo diario. Una buena forma de hacerlo es motivándolos a vender algún tipo de producto entre sus amigos (siempre bajo la supervisión de un adulto) o incluso ofreciendo algún servicio a familiares o vecinos como ayudar con la jardinería del hogar. Alternativas como estas, incluso pueden fortalecer otras habilidades como la negociación, el carácter emprendedor y el trabajo en equipo.
Por otro lado, transmitirles la importancia del ahorro es fundamental. Cómo invertir o cómo ahorrar no son cuestiones que se aprenden únicamente cuando somos adultos y trabajamos por primera vez. Durante la infancia es cuando se inicia la generación de los principales hábitos y, en este sentido, el ahorro debe ser una prioridad. Cuanto antes reciban nuestros hijos lecciones de educación financiera mejores resultados obtendrán.
La tradicional alcancía es siempre una buena opción, no obstante, como padres también podemos evaluar otros instrumentos de inversión que nos permitan construir para nuestros hijos un capital sólido para el futuro. Cuando sea pertinente, enséñales que además de ahorrar y juntar dinero, también es importante multiplicarlo a través de la inversión con un plan de ahorro o con cualquier otro tipo de producto financiero adecuado.