Cuando somos jóvenes, nos cuesta mucho más tomar decisiones financieras y pensar en el futuro, puesto que nuestros intereses y prioridades están enfocados en otras cuestiones. En el momento de empezar a trabajar, experimentamos cierta independencia y sentimos que ha llegado el momento de hacer todo aquello que teníamos parado por no disponer de ingresos: viajar, comprar nuestro primer coche o simplemente darnos esos caprichos que antes eran impensables.
Sin embargo, no debemos olvidar que con nuestro primer salario también llegan nuevas responsabilidades y gastos, por lo que quizás sea un buen momento para detenerse a reflexionar acerca de cómo estamos manejando nuestro dinero y cuáles son nuestros planes a corto, medio y largo plazo. Proyectarnos hacia el futuro puede parecer aterrador, pero no lo es en absoluto. De hecho, es la única vía que nos permitirá organizarnos mejor en el terreno económico.