Dejar de pagar el seguro de vida, ¿qué puede pasar?

Contratar un seguro de vida es una inversión inteligente en cualquier momento, aunque la edad media para planificar la protección familiar suele estar entre los 30 y los 50 años, que corresponde a nuestra vida laboral activa.

Esta es la época en la que se suele formar un hogar y tener ya una cierta estabilidad profesional.  También, es verdad que en este periodo se pueden juntar más gastos, como el alquiler o la hipoteca y, en el caso de tener hijos, el colegio. Por lo que pueden surgir ciertos problemas económicos que obliguen a dejar de pagar el seguro de vida.

¿Qué puede ocurrir en este caso? ¿Cuáles son los riesgos a los que nos enfrentamos si no respetamos los términos de nuestro contrato?

Aquí respondemos a esta cuestión con todos los detalles.

En primer lugar, hay que entender la importancia de asegurarnos una protección financiera frente a situaciones que nos puedan poner en riesgo: es justo en un momento de aprieto económico cuando más se necesita una cobertura. Por lo tanto, es un error considerar una póliza de seguro de vida como un gasto superfluo, ya que hablamos de un capital garantizado que nos puede ayudar en circunstancias difíciles. Es decir, se trata básicamente de una inversión a largo plazo.

Por esta razón, el pago de la cuota es fundamental para que la compañía pueda ofrecernos su servicio de cobertura. Una vez que contratamos un seguro de vida, estamos obligados a satisfacer la prima de forma anticipada, que puede ser en el momento de firmar por primera vez o al renovar la póliza.

Lo más recomendable es tener bien claro el importe que se tendrá que abonar, para que el pago no nos coja desprevenidos, cayendo así en el riesgo de impago del recibo. Es importante calcular la cuantía con antelación, según las necesidades de nuestra situación familiar.

En el caso de dejar de pagar el seguro de vida, la ley de contratos establece lo siguiente:

●       La aseguradora tiene derecho a finalizar la póliza y a disolver el contrato.

●       La compañía tiene también la opción de exigir el pago de la prima a posteriori por vía ejecutiva.

A menos que se haya acordado lo contrario en el contrato, la aseguradora no está obligada a cumplir con su servicio si la prima no ha sido abonada antes de que se produzca un siniestro. Por lo que hay que prestar una cierta atención a los plazos de pago para no tener problemas, incluso si ya hemos saldado nuestra deuda.

Tras el primer mes de impago, lo habitual es que la cobertura quede anulada, si la compañía no reclama el pago en los seis meses siguientes al vencimiento, se presume que el contrato ha quedado inefectivo.

Sí, por otro lado, el impago se produce con las primas sucesivas, se aplicará una suspensión de un mes después del vencimiento, lo que se llama mes de gracia. El contratante podrá realizar el pago dentro de este tiempo de 30 días y la cobertura se reactivará en el plazo de 24 horas sin ulteriores cuestiones. Como hemos mencionado anteriormente, la compañía no tendrá la obligación de cubrir los siniestros que se hayan producido a lo largo del mes de pausa.

Además, es importante recordar que, si has contratado el pago de la prima a plazos, no cubrir una de las cuotas equivale a no pagarla, ya que el precio es anual y se considera indivisible.

Si no podemos seguir pagando nuestro seguro de vida, hay formas mejores de rescindir el contrato que dejar de abonar la cuota. De hecho, si la compañía decide no cancelar la póliza se llegaría a acumular una deuda significativa y se podría reclamar por vía judicial el pago de los recibos pendientes. Lo más recomendable es evitar este tipo de complicaciones.

En una situación que nos obligue a reducir nuestro gasto por el seguro de vida, tenemos otras opciones:

●       Pasar el seguro de vida a término: es un modo más económico de mantener la póliza que cubre los gastos que se van reduciendo con el tiempo.

●       Ajustar las coberturas para disminuir el importe de la prima.

●       Cancelar la póliza, siguiendo siempre las condiciones legales del contrato.

En resumen, el contrato de seguro tiene carácter bilateral, por lo tanto, se basa en el equilibrio entre las prestaciones de las partes implicadas: el abono de la prima, por un lado, y el de la cobertura, por el otro.

Así que, dejar de pagar el seguro de vida significa no respetar los términos principales del contrato que se ha estipulado con la aseguradora. Esto puede conllevar consecuencias desagradables, ya que en el caso de que ocurriera algo en ese tiempo de impago, la compañía no se haría responsable y sería un desperdicio con respecto a la inversión hecha hasta la fecha.

Si quieres saber más sobre este tema o si tienes cualquier pregunta, te invitamos a consultar con nuestros expertos a través de este formulario. 

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