Desde hace unos años se han venido intensificando las campañas a favor de la concienciación sobre ruido, impulsadas por los ayuntamientos locales para intentar crear conciencia sobre el grado de contaminación que alcanza el ruido y las consecuencias que esto puede traer a nuestra salud física y mental. La exposición prolongada a ruidos que superen los 55 decibelios recomendados como límite por la Organización Mundial de la Salud (presentes en zonas con alta concentración de tráfico) puede provocarnos desde alteraciones del sueño hasta alteración de la presión arterial y el ritmo cardíaco, sin mencionar la pérdida progresiva de la audición.
A pesar de que la OMS reconoce desde 1972 al ruido como un agente contaminante, a día de hoy, grandes ciudades como Berlín o Ciudad de México viven con niveles de ruido al aire libre que oscilan entre los 70 y los 99 decibelios, dependiendo de la hora del día. Ante esta realidad, es nuestra responsabilidad reconocer las señales de alerta que indican que nuestro cuerpo está sufriendo a causa del ruido, y tomar así las medidas de precaución y corrección necesarias. Algunas de estas señales son: zumbidos; necesidad de que te repitan palabras y frases porque no las has oído bien; disminución de tu capacidad auditiva ante ciertos sonidos suaves y necesidad de escuchar la radio o la televisión a un volumen que moleste a los demás.