Todo esto sugiere que deberíamos estar preparados para la posibilidad de que la inflación se mantenga en el futuro. ¿Pero cómo se comportan los diferentes tipos de inversión en un entorno de inflación elevada? Para ello, es interesante echar un ojo a la evolución de los diferentes tipos de inversión en escenarios muy diferentes de inflación, desde 1971 hasta el momento actual.
Teniendo en cuenta que aquí lo que nos preocupa es preservar el valor, todas las rentabilidades se han ajustado por la inflación, es decir, se han expresado como rentabilidades reales. Los expertos de Allianz Global Investors han dividido los escenarios de inflación en períodos temporales durante los que las tasas de inflación han variado entre 2-4%, 4-6%, 6-8% y por encima del 8%.
Con este esquema, lo que se observa es que la deuda pública, tanto a corto como a largo plazo, ha tenido dificultades para generar rentabilidades reales positivas. En el pasado, solo pudieron conseguirlo cuando la inflación no superó el 6%. La situación era más fácil para la deuda corporativa estadounidense, que fue capaz de alcanzar rentabilidades reales positivas, aunque bajas, incluso cuando la inflación alcanzaba el 8%.
En lo que se refiere a la inversión puramente en bolsa, la suposición es que, en un escenario inflacionista, se comporta mejor que la renta fija, más sensible a las subidas de precios. En la práctica, la renta variable perdió terreno en términos reales cuando las tasas de inflación fueron superiores al 6%, en un grado mucho mayor que los bonos. Mientras, la renta variable obtuvo una rentabilidad significativamente mayor cuando los precios subían por debajo del 6%. Algo que resulta de bastante interés.
Con una inflación ubicada sobre el 2 al 4%, la bolsa de Estados Unidos obtuvo una rentabilidad anual justo por debajo del 10%. Una cartera de renta variable global incluso registró rentabilidades anuales de casi el 11% (medidas en dólares estadounidenses). Y esto se produjo después de tener en cuenta la inflación. Si esta última subió a un intervalo entre el 4-6%, en ambos casos siguieron obteniéndose rentabilidades después de la inflación ligeramente por debajo del 6% y justo por encima del 5%, respectivamente.
Esto podría sugerir que, en un entorno de tasas de inflación entre moderadas y elevadas, las compañías al menos pueden repercutir las subidas de precios y, con ello, mantener estables los márgenes o bien, dependiendo del sector y del entorno económico, incluso elevarlos. Las materias primas, con precios más elevados que con frecuencia son la causa de la inflación, al igual que los metales preciosos, han sido los grandes ganadores de las elevadas tasas de inflación.
Eso sí, esta aparente ventaja de las materias primas y los metales preciosos, históricamente, ha oscilado hacia el otro sentido cuando las tasas de inflación han vuelto a caer. En ese contexto, los metales preciosos se han visto especialmente afectados. Aquí parece que es aplicable la siguiente regla general: Cuanto más elevada fuera la inflación anterior, mayores fueron las pérdidas en términos reales cuando la inflación volvió a caer.
Por el contrario, a la bolsa y a los bonos les fue muy bien. El único caso en que se registraron pérdidas reales fue en un escenario donde la inflación se encontraba en el 8% o superior. Los resultados de la renta fija reflejan un resultado casi ideal: cuando las tasas de inflación (o las expectativas de inflación) caen, la parte de la rentabilidad del bono que compensa a los inversores por la inflación también puede caer. Las caídas de las rentabilidades nominales llevan, si nos centramos en la historia, a subidas en los precios de los bonos. ¿Será lo mismo ahora?
Tiene sentido diversificar las inversiones y buscar asesoramiento experto en un entorno tan complejo. Los fondos multiactivos pueden ser una buena opción. Si tienes dudas sobre cómo empezar a actuar o sobre qué tipo de estrategia se adecua mejor a tu perfil, contacta con un asesor profesional.
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