¡Vamos a empezar con un ejemplo muy sencillo! Imagina que decides transferir 1000 euros a otra persona. En un contexto tradicional, la lógica indica que tu banco y el banco de esa persona funcionan como “intermediarios” para que la transacción sea una realidad. Pues bien, el blockchain propone descentralizar este o cualquier otro tipo de proceso eliminando la participación de terceros y otorgándoles el control absoluto únicamente a los usuarios.
Dicho de otra forma, la tecnología de cadena de bloques o blockchain funciona como un gran libro de cuentas en el que los registros (que vendrían a representar a los bloques) están enlazados y cifrados. Esto permite que todas las transacciones sean privadas y extremadamente seguras.
Otro aspecto fundamental del blockchain es que, aunque no existen terceros, sí que se emplea una red de nodos (computadoras conectadas a la red) para verificar la autenticidad de las transacciones. Estos nodos son independientes e iguales entre sí, por lo que no es necesario que se conozcan. Es una tecnología de consenso que apuesta por el almacenamiento de información transparente y que funciona gracias a que todos los usuarios o participantes guardan una copia del “libro”.