Por un lado, las calderas eléctricas suelen ser más económicas que las estufas de gas en cuanto a precio, sin embargo, el consumo de las primeras es superior al de las segundas. Piensa que una estufa eléctrica de 1.000 vatios puede llegar a consumir el equivalente a 18 bombillas de 60 vatios encendidas al mismo tiempo. En este caso, tendrías que valorar el uso que creas que vas a darle, puesto que no es lo mismo calentar una casa de tres pisos, que un pequeño estudio para una persona.
Por su naturaleza, las estufas de gas producen vapor que a la larga puede humedecer tus paredes y dañarlas; de no atenderse este detalle puede convertirse en un problema más grave que, aunque cuentes con el respaldo de tu seguro de hogar, es preferible evitar.
Otra desventaja de este tipo de estufas es que, la combustión de gas, produce anhídrido carbónico que, en grandes concentraciones, puede resultar tóxico e incluso producir asfixia, por lo que debes asegurarte de que haya suficiente ventilación para evitar accidentes.
Una clara diferencia es que las estufas de gas calientan mucho más rápido y son más independientes al no funcionar con electricidad, mientras que las eléctricas requieren de algunos minutos más para calentar el ambiente, dependiendo por completo de la corriente. Ambas, tienen una manera de emitir calor completamente distinta: las eléctricas funcionan por radiación, permitiendo que el calor se vaya extendiendo, mientras que las de gas, emiten fuego directo que permite -como comentábamos anteriormente- calentar mucho más rápido.
Este mismo funcionamiento presenta una desventaja: las estufas de gas son vulnerables a apagarse con una corriente de aire y, en caso de que esto ocurra, seguirían expulsando gas que podría resultar letal si no se detecta a tiempo. Por eso es recomendable estar siempre alerta y asegurarnos de que la llama sea lo más uniforme posible. Con las estufas eléctricas no tendremos este problema.
Como ya te habrás dado cuenta, las diferencias son notables pero ambas tienen ventajas e inconvenientes que valorar a la hora de decantarse por una u otra opción. Te ayudará tener clara la función que quieras que cumpla tu calefacción, el tiempo necesario de uso que vaya a tener y el espacio total que deba calentar. Una vez lo hagas, será cuestión de elegir el modelo y la marca que más te convenzan, ¡y listo!
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