Ser autónomo supone muchas veces hacernos cargo de toda la gestión del negocio: manejar los temas financieros y operativos, encargarnos del marketing de la empresa y, entre otras cosas, negocia pólizas de empresa que nos garanticen que nuestros intereses están bien cubiertos. Pero, ¿pasa igual con las grandes empresas? ¡Es prácticamente imposible! A medida que crecemos como empresarios, aumentan también nuestras necesidades y la carga de trabajo.
Uno de los principales retos a los que se enfrentan las familias que acumulan grandes patrimonios financieros, empresariales o inmobiliarios es precisamente gestionarlo, cuestión que requiere, entre otras cosas, de experiencia y tiempo. Esto no ocurre con las empresas pequeñas, en donde los propios miembros de la familia pueden encargarse de administrar el negocio sin la intervención de terceros.
Para quienes tienen la necesidad de poner en manos de un asesor la gestión del patrimonio familiar, existen los family office. Nacen con la finalidad de proteger la riqueza de una familia de generación en generación a través de una dirección integral que puede incluir: gestión de inversiones, planificación y estrategia de negocio, fiscalidad y administración de inmuebles, entre otros servicios. En otras palabras, podríamos decir que los family office se constituyen como una empresa privada que, a través de la inversión en diferentes tipos de activos, protege los intereses empresariales de una familia.