La temida inflación ya ha llegado a escena y muchos ahorradores no saben cómo combatirla para no perder poder adquisitivo. La cesta de la compra ya es más cara y parece que el escenario puede prolongarse más de lo esperado. ¿Hay opciones para protegerse? La realidad es que sí, aunque antes cabe poner en contexto el panorama actual.
Esto es contrario al escenario de consenso, en cuanto a que el despegue de los precios es solo un fenómeno temporal. Sin embargo, puede convertirse en el pan de cada día y, como inversores, resulta interesante conocer cuál es la mejor defensa posible, dado que en estos escenarios es un buen ataque.
Ahora más que nunca los inversores deberían observar más de cerca cómo están posicionadas sus carteras para protegerse contra la inflación. Al tratar de determinar algunas de las formas óptimas de cómo cubrirse, hay que tener algunos aspectos clave.
1. ¿Cómo puede afectar la inflación a los precios de los bonos y las acciones?
En primer lugar, una inflación más alta no siempre es un lastre para la rentabilidad de los bonos gubernamentales. Además, la tasa libre de riesgo real puede bajar (lo que hace que los precios de los bonos suban) si los mercados anticipan una desaceleración del crecimiento del PIB real y, en consecuencia, tipos más fáciles de los bancos centrales.
Mientras, los bonos corporativos suelen tener una relación compleja con la inflación. Por ejemplo, los inversores hacen suposiciones sobre el impacto del repunte del IPC en los beneficios empresariales, o las posibilidades de que se produzcan impagos de deuda. El comportamiento es mixto.
Mientras, respecto a la cotización de las compañías en bolsa, la inflación puede afectar las valoraciones de las acciones de múltiples formas. Por norma general los valores han obtenido mejores resultados en períodos de inflación moderada históricamente. Mejor incluso que las materias primas y el oro.
2. ¿Cuáles son las coberturas de inflación más atractivas?
3. ¿Cuáles son las principales implicaciones para los inversores?
Según este esquema, la renta variable es una cobertura que vale la pena considerar como inversores. Con un IPC sobre el 3% y 4% las acciones han generado históricamente fuertes rendimientos ajustados a la inflación, mejores que los bonos. Al final, las compañías cotizadas son activos reales y pueden proporcionar una protección sólida contra posibles sorpresas inflacionarias desagradables, especialmente en comparación con la renta fija. Con todo, los gestores activos aún pueden buscar rendimientos positivos cuando la inflación está aumentando en el espacio de los bonos.
Mientras, efectivamente, a las materias primas les ha ido incluso mejor que a las acciones en la mayoría de los entornos inflacionarios, pero las perspectivas pueden ser menos nítidas en el presente. La política económica que aborde el cambio climático podría crear algunos vientos en contra para los recursos energéticos, mientras que la demanda de metales industrializados, en particular el cobre, que es un conductor de calor y energía altamente eficiente, se verá reforzada por la “transición verde”.
La inflación va mermando el valor del efectivo. Por eso hay que dar el paso y decirse a invertir para intentar que tu patrimonio mantenga su poder adquisitivo. Una solución de inversión ajustada a tu perfil de riesgo te puede ayudar a luchar contra este enemigo.
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