Esto es lo que debes incluir en tu presupuesto familiar si realmente quieres que se convierta en un instrumento financiero eficaz:
Ingresos. Registra tu salario neto y tus ingresos extras (en caso de contar con ellos). Si recibes prestaciones o ayudas, también puedes considerarlas como entradas de dinero.
Gastos fijos. Son todas aquellas obligaciones que tienes que cubrir obligatoriamente, como por ejemplo el colegio de los hijos, la renta de la casa, el seguro médico o los pagos de la tarjeta de crédito. ¡No dejes de anotarlos!
Gastos variables. Podemos decir que se trata de “imprevistos” cuyo importe puede variar en cada período. Pueden ser imprescindibles o no, pero, en cualquier caso, no son gastos regulares y por ese motivo tienes mayor margen de maniobra para controlarlos. Un cambio de neumáticos o una reparación en casa son ejemplos de este tipo de desembolsos.
Gastos superfluos. Son potencialmente peligrosos para nuestra economía si no aprendemos a controlarlos. Las compras compulsivas y de lujo son un claro ejemplo de gastos en los que podemos llegar a incurrir de manera excesiva. En este apartado también puedes incluir los famosos gastos hormiga: el café de la mañana, el pincho en el bar de casa o la compra de cigarrillos.
Ahorros. Por último, te invitamos a incluir una partida destinada a la reserva familiar. Bien optes por un fondo de inversión, por una cuenta de ahorro o por cualquier otro instrumento de ahorro, es fundamental que tengas un objetivo y empieces a construir, a tiempo, una economía sólida de cara al futuro. Independientemente de tu situación financiera actual, intenta guardar una pequeña parte de tus ingresos y hacer de ello un hábito para toda la vida.
Para llevar un mejor control de cada uno de tus movimientos, te recomendamos utilizar una hoja de cálculo que puedas compartir con los miembros de tu núcleo familiar.