Es verdad que eso es algo que no puede aplicarse en todos los casos, ya que la inflación actual no se puede extrapolar a los diferentes periodos de inversión sin tener en cuenta otros aspectos. Es poco probable que el ritmo de subida de los precios se mantenga en los niveles actuales. Sin embargo, tal y como venimos esperando desde hace mucho tiempo, la inflación volverá a estar presente en el futuro.
De hecho, hay que tener en cuenta que el objetivo del Banco Central Europeo (BCE) es alcanzar una tasa del 2% anual a largo plazo. Igualmente, las perspectivas de la economía mundial se han ensombrecido ante la invasión de Ucrania y los persistentes problemas de la cadena de suministro.
A pesar de las recientes correcciones, el Fondo Monetario Internacional (FMI), por ejemplo, sigue contando con que la economía mundial crecerá un 3,6% este año. Aunque esta previsión significaría una desaceleración con respecto a 2021, seguiría siendo superior a la media del 3,4% registrada desde 1980.
Eso sí, todavía no se puede hablar de estanflación, la pésima combinación de un estancamiento económico prolongado con tasas de inflación elevadas. Además, la reapertura tras la ola de la variante ómicron ya está en marcha, con la notable excepción de Asia. El número de muertes diarias ha disminuido considerablemente en todo el mundo y podría reducirse al nivel más bajo de la pandemia el 1 de agosto como muy tarde, según el Institute for Health Metrics and Evaluation.
En muchos países prevalece la rigidez de los mercados laborales, mientras que los hogares por fin pueden comenzar a gastar sus ahorros, especialmente en Estados Unidos. Así pues, las perspectivas de crecimiento para el próximo año no son tan negativas como cabría pensar inicialmente.