Una bonificación es un descuento sobre el precio base que aplican las aseguradoras. Esta tarifa se calcula en función de quién es el asegurado y cuál es su historial de siniestralidad, y se intenta personalizar para que el beneficio del usuario sea el máximo posible.
La metodología por la que funcionan las bonificaciones proviene del sistema de tarificación Bonus-Malus. Mientras el Bonus se aplica a los buenos conductores y a los que no presentan un historial de accidentes o partes, el Malus se adjudica a aquellos asegurados a quienes les cuesta manejarse al volante y han sufrido algún siniestro en el pasado.
Así pues, las bonificaciones pueden abaratar el precio del seguro notablemente, pero también encarecerlo. De hecho, las aseguradoras las usan como justificación para ‘librarse’ de los clientes a los que supone un riesgo asegurar, incrementando notablemente el precio de la póliza en estos casos. Las aseguradoras solo tienen que introducir en un fichero histórico de seguros el DNI y su número de póliza para conocer el historial de accidentes del cliente.
Además del expediente del asegurado, la modalidad del seguro afecta de forma considerable a la bonificación. De esta forma, la bonificación en los seguros a Todo Riesgo será mayor que en los seguros a Terceros. También es conveniente saber si la bonificación se concede a todas las coberturas o solo a unas en concreto.
En muchos casos, el asegurado solo se beneficiará de una bonificación si lleva un tiempo determinado con la compañía de seguros (que puede variar desde 5 hasta 20 años, en muchas situaciones). Este requisito es, al fin y al cabo, una manera de hacer más complicado el cambio de aseguradora.
Es necesario remarcar que la bonificación no tendría que ser lo primero que se debe tener en cuenta al escoger una aseguradora. Lo más importante es la tarifa que hay que abonar, las coberturas que te ofrece y la calidad del servicio de la compañía de seguros.
